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parecerá angosto y turbio. No sales de tus pensamientos y te amas sin medida. Al principio se desbordó
la furia de tu amor como crece un arroyo en el deshielo, y después de verterlo en el alma, tu arroyuelo
fluye tranquilo. Creo que después de ser entronizado en los bosques, el gran señor bien podría premiar
por su amor a ese pobre animalito adolescente. El tiempo se le hace insoportablemente largo, se asoma
a la ventana, ve las nubes sobre las antiguas murallas de su ciudad. Ella canta «¡Si yo fuera un
pajarillo!» el día entero y hasta medianoche. De pronto está animada, casi siempre triste. A veces llora
hasta no poder más, luego al parecer se tranquiliza y siempre está enamorada.
FAUSTO
Ah, serpiente, serpiente.
MEFISTÓFELES (Para sí.)
De acuerdo, con tal que pueda atraparte...
FAUSTO
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¡Malvado! Aléjate y no te atrevas a pronunciar el nombre de esa bella mujer. No vuelvas a despertar en
mis sentidos medio trastornados el deseo de poseer su tierno cuerpo.
MEFISTÓFELES
¿Qué lograrás con esto? Ella cree que has huido y más o menos tiene razón.
FAUSTO
Estoy cerca de ella y, aunque estuviera lejos, no podría olvidarla ni perderla. Incluso envidio el Cuerpo
de Cristo cuando al tomarlo lo roza con sus labios.
MEFISTÓFELES
¡Muy bien, amigo! Yo muchas veces te he envidiado por esos mellizos que pacen entre las rosas.
FAUSTO
¡Apártate!, ¡alcahuete!
MEFISTÓFELES
¡Bien! Me insultas y tengo que reírme. El Dios que creó al muchacho y la muchacha reconoció como el
más noble oficio buscarles la ocasión. ¡Pero menuda calamidad te espera! Tienes que ir al cuarto de tu
amada, no a la muerte.
FAUSTO
¿Qué gozo celestial siento entre sus brazos? Déjame que me abrigue en el calor de su pecho. ¿No siento
siempre su tribulación? ¿No soy el fugitivo sin refugio, el monstruo sin objetivo ni descanso que, en
cascada y de roca en roca, cae al abismo, iracundo y lleno de deseos? Y ella, a un lado, con su
sensualidad infantil y apagada vivía en su chocita de los Alpes con todos los cuidados domésticos
reunidos en su pequeño mundo. Y yo, el odiado de Dios, ¿no tenía suficiente con llevarme conmigo las
rocas y convertirlas en escombros? ¡Tuve también que sepultar su paz! Infierno, querías este sacrificio.
Demonio, acorta el tiempo de mi angustia. Lo que ha de ser, que sea ahora mismo. ¡Que su destino
caiga sobre mí y ella sucumba conmigo!
MEFISTÓFELES
¡Cómo vuelves a hervir y a arder de nuevo! Ve a consolarla, demente. Cuando un imbécil no ve la
salida, se imagina que todo ha concluido. ¡Bravo por aquel que no pierde el valor! Tú ya estás bastante
endemoniado y no he visto nada más ridículo que un demonio presa de la desesperación.
CUARTO DE MARGARITA
MARGARITA(Sola junto a la rueca.)
Se disipó mi paz,
me pesa el corazón.
No encuentro la calma,
se perdió para siempre.
Desde que no lo tengo
estoy en una tumba,
todo el universo
lóbrego me parece.
Pobrecita cabeza,
estás enloqueciendo.
Pobrecitos sentidos,
os estáis extraviando.
Se disipó mi paz,
me pesa el corazón.
No encuentro mi calma,
se perdió para siempre.
Por la ventana miro
por si quiere volver.
Y si salgo a la calle
solamente es por él.
Sus elegantes pasos,
su gallarda figura,
su boca cuando ríe,
el poder de sus ojos,
y ese fluir mágico
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de sus nobles palabras,
el roce de sus manos
y ante todo sus besos.
Se disipó mi paz,
me pesa el corazón.
No encuentro mi calma,
se perdió para siempre.
Mi único deseo
es encontrarlo al fin.
Si hasta él llegase
y pudiera abrazarlo,
y pudiera besarlo
tanto como deseo,
en el mar de sus besos
feliz me perdería.
JARDÍN DE MARTA
(MARGARITA y FAUSTO.)
MARGARITA
Prométemelo, Enrique.
FAUSTO
Con todas mis fuerzas.
MARGARITA
Di, ¿cómo estás con la religión? Aunque eres un hombre bueno de corazón, me temo que no le das
mucha importancia.
FAUSTO
¡Déjalo, niña! Ves que para ti soy bueno: por mi amor doy cuerpo y sangre; no quiero sustraerle a nadie
sus sentimientos ni su Iglesia.
MARGARITA
Eso no me gusta, se debe tener fe.
FAUSTO
¿Se debe?
MARGARITA
Si tuviera algún poder sobre ti... No veneras los Santos Sacramentos.
FAUSTO
Los venero.
MARGARITA
Jamás los pides. Hace mucho tiempo que no oyes misa ni te confiesas. ¿Crees en Dios?
FAUSTO
Amada niña, ¿quién puede decir: yo creo en Dios? Pregunta a los sacerdotes y doctores; su respuesta
parece sólo burla de quien pregunta.
MARGARITA
Entonces, ¿no crees?
FAUSTO
¡No me comprendas mal, mujer de tierna mirada! ¿Quién puede nombrarlo?, ¿quién puede confesar que
cree en Él?, ¿quién puede percibir y quién atreverse a decir: yo no creo? El que todo lo abarca, el que
todo lo sostiene, ¿nos abarca y sostiene a ti, a mí y a sí mismo? ¿No se aboveda el cielo sobre nosotros?
¿No está firme la tierra aquí debajo? ¿No se asoman, mirándonos con simpatía, las estrellas eternas?
¿No te miro a los ojos y se agolpa todo en tu corazón y en tu cabeza, flotando en un misterio eterno, vi-
sible e invisible, junto a ti? Llena tu corazón en toda su grandeza, y si tu sentimiento es de alegría,
llámalo como
quieras. Llámalo felicidad, corazón, amor, Dios. No tengo nombre para ello. Todo es sentimiento. Los
nombres son un humo y un eco que envuelven en niebla el fuego celestial.
MARGARITA
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Todo eso está bastante bien y es bonito. El sacerdote dice más o menos lo mismo, pero con diferentes
palabras.
FAUSTO
Todos los corazones lo dicen en todas partes a la luz del día. Cada cual en su lengua. ¿Por qué no yo en la
mía?
MARGARITA
Cuando se oye eso no suena nada mal, pero hay algo que no casa del todo y es que no eres cristiano.
FAUSTO
¡Niña amorosa!
MARGARITA
Hace tiempo que me duele verte en tal compañía.
FAUSTO
¿De quién?
MARGARITA
Odio desde lo más profundo al hombre que te acompaña. En mi vida nada me ha dañado más el corazón
que la horrible mirada de ese hombre.
FAUSTO
Querida muñeca, no sientas temor.
MARGARITA
Su presencia me agita la sangre. Con todos los demás suelo ser buena, pero lo mismo que me gusta verte,
siento un terror incomprensible ante ese hombre y además me parece un bribón. ¡Que Dios me perdone si
no lo juzgo bien!
FAUSTO
También tiene que haber gente extraña.
MARGARITA
¡No me gustaría vérmelas con uno como él! En cuanto llega por la puerta tiene el mismo ademán burlón,
medio encolerizado. Se le nota que no le importa nada. Lleva escrito en la cara que no puede querer a
nadie. Me encuentro tan bien en tus brazos, tan libre y entregada; pero al verlo siento una opresión en mi
interior.
FAUSTO
Ángel lleno de presentimientos.
MARGARITA
Esta sensación se ha apoderado tanto de mí que, apenas se acerca a nosotros, empiezo a sentir que ya no te
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